
Sergio Fong
Eran como las nueve ochenta de la mañana, el Pollo estaba sentado a sus anchas, en lo que quedaba del sillón de la sala, forjando un chancho después de haber desayunado unos ricos chilaquiles con queso bates y un aromático café de calcetín. En off se escurría una rola de Floyd. María, su ruca se le acercó y colocando sus brazos y baisas posición ollita de Tonalá, ¡bien acá!, en su cintura lo increpó a la brava con espíritu chingativo:
-¿Ya vas a fumar tu chingadera? ¡En vez de que te vayas a conseguir un trabajo, te tiras a la güeva cabrón! ¡Seguramente crees que te voy a aguantar aquí en la casa todo el pinche día! Voy a ir al mercado y a cobrar unas rifas, pero cuando regrese no quiero verte aquí, ya tienes más de tres meses que te corrieron de la fábrica y nada papá, nomás lamentándote y haciéndole al poeta incomprendido.
-No estés jodiéndome Mary, ya estoy por terminar un libro de cuentos y me lo va a publicar Ediciones El Viaje, entonces caerá la lluvia de oro sobre nosotros.
-Déjate de alucinar pendejadas, el hambre es real, los niños son neta, aquí hace falta el dinero y no versitos; ponte a vender mota con tus compas, secuestra a alguien, métete de placero, roben un banco pinches güevones, nomás se la pasan tirando cábula en la esquina.
-¿Tú qué sabes? Cierra tu bocota Negra y no andes de argüendera.
-Pues tú sabrás como le haces mí cabrón, pero yo no te quiero aquí nomás de vicioso y sin quinto, si no hay gasto tampoco te pares.
María salió del departamentito mentándole la mater a su charro con un pinche cerrón de puerta, todo el edificio del Inflonavit se estremeció gacho y dejó al Pollo temblando de coraje.
El Pollo prendió el toque mientras le daba vuelta al caset y se aventó un clavado al sillón, quedó tendido ergonómicamente mientras humeaba el churrito. En sus pensamientos se asomó su doña: jajajajajajajajaja, se la curó: “pinche ruca loca…” Luego recordó cuando estudiaba letras y cuando llegó al varrio con el deseo de escribir sobre los escenarios chuecos de grifes, los esquemas laberínticos del caliche y los sentimientos alucinógenos del bandoneón: Tres puntos: La vida loca: Lágrimas, Risas y Amor de Don Vergas Dulché dos barritas, pero Babalú, Babalú, Babalú !!!; cero en el marcador, no había triunfado en el mundo de la literatura, sus dos poemarios y tres libros de cuento nadie los pelaba. Pero en su imaginario vivía un autor de culto lavando chingo de trastes, de tres cuatro semanas, en calzones y jugándole al héroe con una lata de chela a la mano. Para sobrevivir el varrio chambeaba de zorrero y enjaules, tumbachanguitos o cualquier otro jale leve, que no lo metiera en broncas mayores, que le diera para conseguir algo de vicio y pagar la renta del cuarto de con la jefa Lola. Fue cuando el sino le puso frente a sus ojos a la Negra, a Mary es mi love, en un borlo de vecindad, ella estaba por terminar la carrera de enfermería, se juraron amor eterno como en las peores películas de a moco tendido. El Pollo empezó a andar derecho; consiguieron un préstamo en el inflonavit y se hicieron del depa, pero la vida decente cansa, dicen. Y por más que se aferraba a durar en las chambas siempre salía corrido por malas interpretaciones, envidias y culpas ajenas. Ya sabes el jefe era más pendejo que él, no le pagaban lo que se merecía y siempre trabajaba de más.
Terminó de atizar y se levantó a esculcar cajones, de arriba a abajo escudriñó todos los rincones, puso patas pa´rriba el cantón hasta que se encontró las escrituras del depa.
Directo y sin escalas fue con su tío el abogánster y le dijo:
-Biejo préstame una lana para hacer un bisne, aquí están las escrituras del depa.
-Mejor, véndemelo.
-Tío el depa es de mi vieja y mío, no te lo puedo vender, pero te lo dejo en prenda, préstame una feria y luego te la regreso con intereses.
-Con el veinte, a dos meses.
-Simón.
-¿Cuánto quieres?
-Cien mil.
-Te doy cincuenta y el carro Impala que ésta allí afuera.
El Pollo en chinga hizo cuentas y dijo: ¡Va!
Salió de la oficina del tío con las llaves del Impala y se fue directo al mercado negro de las medicinas, compró un chingo de cajas de Clonazepam y go! Se dirigió rumbo a Long Beach, Puerto Vallarta se le pintó en la tatema como el paradise. Se detuvo en una gasolinera a llenar tanque, en el Ocho pagó dos racimos de tecates. Arrancó con la carretera por delante; como un par de piernas abriéndose a su paso, y el azulísimo celeste como un presagio. Destapó una chela y se empujó dos pingas, “dos ruedas”; mientras explotaba su cpu pensaba en la feria que iba a sacarles a los viciosos del rancho marino. “En dos tres días estoy de retache con el cuajo”. Abrió otra cerveza y se metió otro par de pilas.
Sintió la brisa del mar en su cara… abrió los ojos y ante él estaba el inmenso manto azul del océano, lo que lo sacó de onda fue mirarse en pantalones cortos y en su pierna izquierda un tatuaje de un Surfer en lo más alto, en la cresta de ola. Lo primero que vino a su chompeta fue aquella promesa que se hizo alguna vez en uno de sus poemas de largo aliento, “cuando la saiquez me alcance voy a tatuarme un rayo en la pierna izquierda”. Luego se acordó del Impala, de la lana del tío, de su ñora, de las pastas adormecedoras. Junto a él estaba otro pacheco igual de torcido que lo miraba en su drebaye interno como un devaneo o trip de insensatez.
-¿Qué onda Pollo, que tienes we?
El Pollo sin contestar se levantó y empezó a caminar como zombi, como queriendo poner orden en el universo, como que aquello no correspondía a su interés de construir su realidad literaria y provocar una desestructura que se derrumbara por falta de figuras retóricas o retorcidas, ¿cómo fue? Pedos en la matrix, viajes en el tiempo, pasos en la tatema… con siete y otros 7 mil chingados aquello que estaba observando no correspondía a imaginarlo posible o si quiera pensarlo. Mascaba algo así como: uta madre, chingada madre, qué putas madres me pasó. El compa iba atrás de él y lo cuestionaba, pero el Pollo no reaccionaba, llegaron al malecón y se paró en un teléfono público, esculcó en las bolsas del short y sacó unas monedas para llamar. Del otro lado de la línea contesto Mary, su ñora.
– ¿Dónde estás Pollo? tus hermanos te andan buscando, desde hace tres meses que nadie sabe de ti, tu tío te denunció a la policía, no sé por qué hiciste tanto desmadre, pero qué bueno que estás bien.
-No sé qué pasó, ¿tres meses, pos que día es hoy? Estoy en la playa, en Vallarta, en el malecón donde está una escultura, de un caballito de mar.
El compa del Pollo le dijo que el carro estaba hecho mierda en un taller mecánico, fueron a verlo, el Impala no tenía remedio, luego caminaron al hotel Dos Bocas y ahí recogieron sus pertenencias, las pingas ya eran historia y ya se había gastado toda la lana.



