Los sueños no mueren

Esta guitarra mata fascistas

Eduardo Lemus

Voy a llegar tarde carnal… decía… pero ahí estuvo… siempre.

Nunca faltó a un compromiso.

Economista y Judoca. Escritor, estudioso y luchador incansable. Trovador urbano y orador incendiario. Pero, sobre todo, soñador y buen amigo.

Su sonrisa amplia y franca que nunca le abandonaba, era su tarjeta de presentación y bienvenida a su mundo, un mundo interno del que sólo una parte salía a la superficie, su universo interior era infinitamente más grande de lo que dejaba asomar a la luz.

Ese interprete de Rockdrigo fue un luchador, si, en el más amplio sentido de la palabra, y sospecho que, de haber tenido la oportunidad, habría tomado las armas, para así poder luchar en otro plano, contra lo injusto y la inequidad de un sistema que todo devora.

El último proyecto en el que participamos juntos, fue por invitación suya. Como parte del consejo editorial, de una revista dedicada a la cultura de los barrios, que no alcanzó a ver la luz.

En el Café Bobber Black, nos apoyó con la organización de, un día por semana dedicado a la trova urbana y la lectura de poesía, día que convocaba a una cantidad considerable de bichos afines a los que ahí colaborábamos.

Antes, construimos varias iniciativas al lado de otros compañeros de viaje. Iniciativas de las que algunas, no llegaron a concretarse mientras él vivió, y tal vez, no se concreten más.

Pero, otros proyectos si vivieron.

Juntos participamos como parte de la Red Insurgente y el Colectivo Margen, haciendo trinchera común por la liberación de los detenidos durante la manifestación de la cumbre ALCUE en 2004, organizando eventos para recaudar fondos para su defensa, marchando, montando plantón frente a la sede del poder y haciendo presencia en cuanto lugar había que hacerlo.

Y aún mucho tiempo atrás, caminamos en tantas y tantas ocasiones con causa, para detener la guerra en Chiapas, por Acteal, en un montón de primeros de mayo, y a favor de quien necesitara apoyo, siempre.

Su solidaridad e incondicionalidad era su sello, siempre dispuesto a colaborar con las cusas de quienes voz no tienen y la difusión cultural.

Coincidíamos en muchas cosas y discrepábamos en otras, las menos.

El Zapatismo era su eje, siempre crítico y analítico, nunca claudicó en su afán por dar con el origen del problema. Aunque había cosas que no podía tragar de un solo golpe, como las nuevas terminologías en el discurso sociológico, recuerdo especialmente su desagrado hacia el término “constructo”, -¿por qué chingados lo tienen que decir de otra forma, como si estuvieran inventado algo nuevo? –decía -sólo digan “construcción”, es una puta construcción –retaba-

José Luis ya no está con nosotros de manera física, encontró su ruta de fuga, y se marchó. A otro lugar, a seguir soñando con otro mundo, uno más justo, en el que quizá, ya esté.

“Chila” ahora duerme el largo sueño.

Duerme broder, duerme, y sigue soñando.

Que en un sueño tu seguirás viviendo.

Y los sueños son eternos.