El Festín de la Patata: la fiesta que nos une

La noche había comenzado temprano, pero nunca he tenido la costumbre de llegar al inicio de la fiesta.

El lugar estaba inundado de gente y se podía distinguir desde afuera del recinto. La música alegre podía escucharse desde la calle.

Al entrar, los organizadores recibían a los asistentes en una barra de bebidas y snacks.

En el patio central, un pequeño escenario albergaba al DJ que jugaba con la música, detrás de él, una obra de Miguel Ángel López. Los pasillos que rodeaban el patio, contenían parte de la obra y conducían a los salones que exponían el resto de la colección.

La obra, con temática obscura, erótica y satírica, reflejaba el humor del evento.

Todos los espacios estaban llenos de gente; artistas, coleccionistas y aficionados al arte y la cultura. Conversaban entre sí, como si se conocieran de toda la vida. Tenías la sensación de que podías acercarte a cualquier grupo y unirte a la conversación sin problema.

En el fondo del lugar, había una mesa larga y sillas, rodeada de muros altos. Era el lugar perfecto para los que gustan de conversaciones profundas. Pronto se llenó de gente también, pero había espacio de sobra para hablar sobre música, política y arte.

El tiempo pasó sin darnos cuenta. Algunos comenzaron a retirarse y en ese momento regresamos al patio principal, dónde la música seguía sonando y la gente continuaba celebrando. Poco a poco el espacio se vació, hasta que solo quedaron las obras, la música y unos pocos bohemios aferrados.